Sábado 15.04.23
19:00h
Sala C

 

El proyecto de esta muestra surgió el año pasado cuando Fernando Davis donó a la Coordinación de Derechos Humanos de la Facultad de Artes algunos de los afiches de Juan Carlos Romero. A todxs nos entusiasmó la posibilidad de exponer la potente obra de este artista, una producción polifacética y definitivamente política.

Romero, quien había estudiado y trabajado como docente en nuestra Facultad, fue dejado cesante en 1975 por su militancia política y gremial y en 1977, durante la dictadura, debió exiliarse en Honduras. Cuando regresó a Argentina abrazó la causa de los derechos humanos y no dudó en comprometerse con la lucha de los Organismos aportando su obra poderosa y callejera. En 2011, como un gesto reparatorio, la Facultad de Artes le restituyó su cargo, nombrándolo Profesor consulto. Desde la Coordinación también reivindicamos su trayectoria artística y militante a través de Bitácora homenaje, un ejercicio en redes que realizamos en época de pandemia.

En el marco del Mes de la Memoria que impulsa la UNLP y en el año en que se cumplen 40 años de vida en democracia, esta muestra resulta oportuna y necesaria porque la práctica artística de Juan Carlos Romero actualiza el ejercicio de la memoria y nos motiva a reflexionar sobre nuestro presente. Muchas de las inquietudes y preguntas que atraviesan su obra siguen aún esperando respuestas.

Coordinación de Derechos Humanos de la Facultad de Artes

 

Entre 1956 y 1963, en paralelo a su trabajo en la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTel) y a una activa y sostenida militancia en el gremio de los telefónicos, Juan Carlos Romero estudió Grabado en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), institución en la que, años más tarde, se desempeñó como profesor titular e impulsó la sindicalización de sus docentes.[1] A contramano de una tradición gráfica anclada, en esos años, a rígidos protocolos técnicos y artesanales, Romero hizo del grabado un espacio de experimentación e imaginación política, a través de medios como el esténcil, la fotocopia, la fotografía, el afiche tipográfico y la apropiación y montaje de imágenes masivas. Desde la exploración del potencial múltiple de la obra impresa y la utilización de tecnologías e imágenes marginadas por la gráfica artística canónica, el grabado constituyó una plataforma de invención poética y crítica que desbordó sus marcos disciplinares institucionales e impulsó nuevas estrategias de comunicación con el público -contrarias a los rituales de exhibición de la obra única y al orden estable de sus circuitos privilegiados-, en la apuesta por incidir en su presente, para transformarlo.

Romero concibió al grabado como un medio popular, un arte grupal desde donde articuló y movilizó numerosos proyectos colectivos, desde demostraciones didácticas en plazas, fábricas y centros barriales (con Arte Gráfico-Grupo Buenos Aires) a “pegatinas” de afiches y otras formas de acción gráfica callejera (en grupos como Escombros, La Mutual Art Gentina, Artistas Solidarios y la RedCSur), desde exposiciones con fotocopias (las convocatorias a Gráfica alternativa, que impulsó con Fernando “Coco” Bedoya entre 1987 y 1995) a publicaciones experimentales colaborativas (las revistas de poesía visual 2 de Oro y La Tzara, que editó con Hilda Paz desde 1997).

Las “muestralibros” fueron uno de los muchos dispositivos colectivos en los que Romero se involucró, como organizador (junto a otros artistas) y participante. Se trató de una modalidad de exposición-publicación convocada a partir de una consigna o llamamiento políticos, que circuló, en muchos casos, en ediciones fotocopiadas y anilladas. La primera muestralibro, titulada No al indulto, obediencia debida y punto final, en repudio a las leyes de impunidad, se presentó en diciembre de 1989, inaugurando un formato colectivo que se prolongó en nuevas convocatorias.[2] La publicación Veinte Años. 1976 – 1996, cuya consigna fue “361 imágenes contra los crímenes de ayer y de hoy”, se expuso el 21 de marzo de 1996 en la Plaza de Mayo, durante la ronda de las Madres y, a lo largo del año, en diferentes universidades públicas.

Muestra gráfica colaborativa a la vez que publicación, suerte de archivo ambulante y artefacto expositivo que podía mostrarse en cualquier espacio (centros culturales, librerías, universidades, plazas), las muestralibros diagramaron, en la circulación multiplicada de su cuerpo heterogéneo de imágenes y textos y en su montaje abigarrado en ámbitos no artísticos, un modo de acción y una trama de afinidades afectivas y políticas.

Romero realizó sus primeros afiches tipográficos (medio que llamó coloquialmente “xilografía industrial”) en 1964, como parte de su militancia en la lista opositora del gremio de telefónicos. Casi diez años más tarde, en 1973, volvió a utilizar este recurso en su instalación Violencia, presentada en el Centro de Arte y Comunicación de Buenos Aires (CAyC). Allí realizó un complejo montaje con textos tomados de diferentes publicaciones y fotografías y titulares del semanario sensacionalista Así, y cubrió las paredes y el suelo de una de las salas con afiches con la palabra VIOLENCIA, impresa en una tipografía muy utilizada en las películas de cowboys.

Pero es a partir de 1995, en un contexto atravesado por el desguace del Estado, la desindustrialización, el deterioro laboral y la creciente crisis social como efecto de las políticas neoliberales, que Romero hizo del afiche tipográfico un medio extendido en su obra. Ese año participó con una instalación gráfica, titulada La desaparición, en Todos o Ninguno, convocatoria del grupo Escombros (que él mismo había integrado entre 1989 y 1993) a ocupar, durante una única jornada, una calera dinamitada en Ringuelet. Romero también repartió afiches entre los asistentes, una práctica que será habitual desde entonces en sus intervenciones gráficas.[3]

El afiche tipográfico (un dispositivo popular, mural y callejero, de bajo costo y de rápida impresión) se inscribía en una constelación de prácticas y medios alternativos como el esténcil, el libro de artista, la poesía visual, el arte correo, las muestralibros. Es posible pensarlo en los mismos términos en los que Romero se refería, unos años antes, al uso de la fotocopia en el grabado, caracterizándose como una “forma ‘subalterna’ de la actividad artística”.[4] Las “fallas” en la impresión, la porosidad de la imagen, el estallido del grano, conformaban, en sus palabras, una estética de la imperfección,[5] una suerte de gráfica salvaje (indisciplinada, indomesticada) que, junto con desafiar los límites del arte, llamaba a desarmar críticamente los órdenes de sentido y las hegemonías visuales con que el neoliberalismo administra, por la vía de las imágenes, subjetividades, cuerpos y formas de vida.[6] En la doble apuesta por desbordar los cauces institucionales del arte para expandirse en la trama de la ciudad y por hacer ingresar en los espacios artísticos el espesor conflictual de los signos y tránsitos de la calle, la gráfica salvaje de Romero hizo del desacuerdo una estrategia desde donde agitar la invención de sentidos críticos para el presente y contribuir a imaginar horizontes sensibles y políticos por/venir.

Fernando Davis

 

[1] Fue profesor titular de las cátedras Teoría del Arte (desde 1970) y Grabado (desde 1971). En 1974, un año después de que la Escuela Superior adquiriera la categoría de Facultad de Artes y Medios Audiovisuales, Romero fue elegido delegado gremial de la Asociación de Trabajadores Universitarios Docentes e Investigadores (ATUDI). Ese mismo año asistió, en representación de la Facultad, al “Segundo Encuentro de Escuelas de Cine Universitario”, en Vaquerías, Córdoba.

[2] Participaron 80 artistas, entre quienes se encontraban, además de Romero, Fernando Bedoya, Remo Bianchedi, Elda Cerrato, Diana Dowek, Emei, León Ferrari, Graciela Gutiérrez Marx, Susana Lombardo, Liliana Maresca, Luis Felipe Noé, Margarita Paksa, Ralveroni, Graciela Sacco, Daniel Sanjurjo, Marcia Schvartz, Edgardo Antonio Vigo, Teresa Volco, y los grupos CAPaTaCo (Colectivo de Arte Participativo Tarifa Común) y Escombros. Se editaron 150 ejemplares que fueron distribuidos entre los organismos de derechos humanos, los artistas participantes, bibliotecas y prensa. La muestralibro tuvo lugar en diciembre, en el Foro Gandhi.

[3] En 1990 el grupo Escombros (entonces integrado por Horacio D’Alessandro, Luis Pazos, Héctor Puppo y Romero) había participado en el encuentro TOMARTE en Rosario, con afiches tipográficos, pegados en los muros de la ciudad, con la leyenda “Ay, Patria mía”.

[4] Juan Carlos Romero, “Para una definición de la gráfica alternativa”, Gráfica alternativa. Artistas con fotocopia, cat. exp., Buenos Aires, Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori, 1988.

[5] Íd.

[6] La idea de una “gráfica salvaje” deriva del título Informe salvaje, una hoja impresa por fotocopia, cuyo único número Romero publicó en mayo de 1985.