Inauguración: sábado 05.03.22
19:00h
Vidriera Bicentenario

Quedamos que cuando llegaba a la estación de trenes de La Plata me avisaba y la pasaba a buscar. Le dije esperame sobre Diagonal 80. Me responde con un audio: “No sé qué diagonal, no tengo ni idea. Salí de la estación y me quedé en una parada de taxi, al lado de unas barreras. Si querés me acerco a una diagonal. No tengo idea (ríe despreocupada). A ver, no tiene pinta de diagonal esto”.

A contramano de muchos artistas que diseñaron proyectos para nunca realizar, maquetas para luego destruir, Elba no solo guardó sus dibujos, con una sutileza que la define, sino que los convirtió en maquetas. No a todos, solo a algunos. Pequeñas maquetitas de yeso que tratan de respetar el escalímetro, la precisión de esos dibujos que no llegan a ser técnicos, en el sentido más rugoso de la palabra, pero tienen el esfuerzo y las marcas de quien quiere respetar las escalas, las medidas. Claro que en todo pasaje hay cambios: de lo que vio desde esa ventana, durante las horas que pasó dibujando, a lo que eligió inventar y recortar. Mudanzas del volumen al lápiz, del lápiz al yeso, del yeso al Durlock.

En el primer pasaje Elba está en Montevideo. En los momentos de viaje, le gusta detenerse en la arquitectura, en los horizontes, en las terrazas, en las mamposterías.

A estos dibujos que vinieron al mundo en la otra orilla del Río de La Plata los llama construcciones y prefiere ordenarlos sencillamente como apuntes. El trazo de los lápices forma rectángulos y cuadrados, líneas zig zag y punteadas en hojas blancas. La geometría aminora cuando deja al lápiz mostrar su porosidad y todos sus grises, sin compromisos. Elba, por supuesto, escatima la ilusión y, sobre todo, la de profundidad. Frontales la mayoría, solo en algunos se percibe la altura desde la que está mirando. Un quinto piso.

En el segundo pasaje Elba está en su taller, en Monserrat. La intención es realizar una maqueta de cada uno de los apuntes. Hasta el momento, tiene tres. Las tres que fueron realizadas: la del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (2017), la de la Bienal de San Pablo (2018) y la del Centro de Arte de la UNLP (2022). Con el yeso y la masilla las cosas cambian. No desaparece la confianza depositada en el dibujo, tampoco se ciñe de manera categórica. “Sin desvirtuar, adaptar”, suele decir sin levantar la voz, pero con decisión.

En el tercer pasaje está en la Vidriera Bicentenario. Recorre junto al equipo de producción y al arquitecto el espacio que le propusimos, allá por junio de 2019 cuando no solo era otro planeta, sino que acabábamos de conquistar ese nivel para el Centro de Arte. Le escribí un correo: “Te escribo porque, como tantas veces hablamos cada vez que nos encontramos, me gustaría que puedas exponer en el Centro de Arte de la UNLP. Tenemos un espacio nuevo, la vidriera Bicentenario, que es bastante amplio y con mucho potencial. Si estás interesada, en otros correos te envío imágenes y vistas”.
Elba participó generosamente, en 2015, en el ciclo Arte en el patio con una instalación de esculturas en el Rectorado de la UNLP, curada por Santiago Villanueva. El Centro en ese entonces existía solo en los planos. Hay un océano de tiempo entre estos hechos y aquella visita en la que una sinergia nos apoderó a todos lo que estábamos. Sin límites ni reparos lo vimos posible.

Con esa implicación, a veces desenfrenada, hicimos un pacto tácito que consistió en no poner palos en la rueda. Aunque hubo situaciones que lo pedían a gritos, elegimos no recurrir a la cautela. Las circunstancias mundiales, nacionales, institucionales no vienen a cuento, tampoco son una novedad. Lo que Elba gestó en este lapso sí.

La construcción con sus pasantes, sus huecos, sus gestos y con su blanco con una gota de ocre, se asentó ingeniosamente sobre la enrevesada arquitectura. Parte del éxito de esa convivencia o correspondencia es responsabilidad de ese blanco que es Elba pura. La otra, la voluntad de exponer descaradamente su inutilidad. “Estas construcciones tienen un sentido de lo inútil que tiene alguna función. Hay algo también que tiene que ver con el tiempo, mínimo pero transcurre. No hay otra connotación más compleja que esa, uno pasa”, dice.

“Nombrar alcanza/Inútil decir más”, escribe Idea Vilariño desde Montevideo en el último poema de su último libro: No. Son como un díptico: el blanco que abstrae, las obras sin título, el silencio, la simplicidad, el milímetro, la milésima. La forma.

Dicen que un modo de describir algo es empezar por mencionar todo lo que no es. No es un cilindro, no es un tubo, no es del todo oblicuo. Nombrar alcanza porque nombrar es un acto aparentemente sencillo, pero tiene sus riesgos. Los mismos que enfrentó Elba cuando realizó esta pieza larguísima y curvada, que es difícil medir con certeza matemática, que despelotó todo su taller, que bajó dos pisos con sogas, que viajó cincuenta y siete kilómetros.

Las esculturas vienen después, no están en los dibujos. “Esta construcción me generó de entrada la idea de algo suave, circular, tubular. Fue tomando ese vuelito”. Las esculturas le funcionan como un disparador, como un escape, como un desvío o una ruptura a un trazado de formas rectas, paralelas.

A la vuelta a la estación le digo esta es la Diagonal 80. Me responde: “No tiene pinta de diagonal esto”. Es cierto, la verdadera diagonal es la escultura.

Natalia Giglietti

 

Elba Bairon (La Paz, Bolivia, 1947). Se radicó en Buenos Aires en 1967, ciudad donde vive y trabaja actualmente. Se formó en dibujo, pintura china, grabado y litografía. Durante los años ochenta realizó ilustraciones para los libros del dramaturgo Emeterio Cerro y vestuarios para sus obras teatrales. A mediados de la década de los noventa comienza a trabajar en volumen, relieves y piezas escultóricas en yeso y pasta de papel presentadas en instalaciones. Expuso en la Galería del Centro Cultural Rojas, ámbito emblemático de los años noventa, y en otros espacios de arte contemporáneo y museos nacionales entre ellos Museo Nacional de Bellas Artes, Museo MALBA, Museo MAMBA, MAC de Rosario, Museo de Bellas Artes de Bahía Blanca. Participó en ferias y exposiciones internacionales como Art Basel, Suiza; Arco, Madrid; Centro Cultural Cándido Méndez, Río de Janeiro; Instituto Ítalo Latinoamericano, Roma, Italia; Museo Parque de las Esculturas, Santiago de Chile; Galería Nube, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia; 33º Bienal de San Pablo. En 2012 recibió el Gran Premio Nuevos Soportes e Instalación del Salón Nacional, Argentina y el primer premio Federico J. Klemm a las Artes Visuales. Sus obras integran colecciones particulares y museos de Buenos Aires y otras ciudades del país.