Inauguración: sábado 04.03.23
19:00h

Del 04.03.23 al 24.06.23
Vidriera Bicentenario

 

 “Una vez amé a un hombre que era muy parecido al desierto, y antes de eso amé el desierto. No era por cosas concretas, sino por el espacio entre ellas, por esa abundancia de ausencia, esa es la atracción que ejerce el desierto”.
Rebecca Solnit

 

Sobre balsas circulares construidas con neumáticos brillantes se alzan como montañas seres suspendidos en el tiempo que cargan fragmentos de paisajes perdidos. Es un naufragio y ellos son los sobrevivientes. Orantes de arena, hueso, caracoles y alas. Seres fosilizados que lograron cargar con la belleza que quedaba e inmunizarse para lograr que los dioses los escuchen.

Entre la horizontalidad del océano y la verticalidad de las obras, la escultora María Causa construye una nueva coordenada donde la esencia se cristaliza a la vez que el espacio se abre. La artista despliega un territorio oceánico. Algo resiste con la fuerza cósmica de los brotes vivos y los minerales indestructibles. Algo detona cuando se rompe el borde conocido y nadamos entre la incertidumbre y el desamparo. Una vez abiertos los diques, el agua fluye y sólo sobrevive lo que el tiempo habilita. La política de la protección se evapora y se escuchan los ruegos petrificados en el océano de la memoria. “El náufrago está a la deriva. Todos somos, inevitablemente, náufragos de algún acontecer. La deriva es el tiempo”, dice la artista.

Una intersección entre agua y arena, entre budas y pájaros, cuernos y caracoles, da lugar a una arqueología poética que se entrega al tiempo como una ofrenda. Como en todo naufragio, algo se perdió y algo se ganó. Algo resiste con la energía imantada de la vida cotidiana, del amparo doméstico. Algo detona cuando se rompe el borde conocido. En ese contexto de caos y devenires, la artista propone una velocidad circular, donde la luz guía a los náufragos y se erige como brújula. María Causa construye una religión pagana, olimpo que constela y ampara en medio de la desesperación del movimiento permanente.

Una mirada aérea de los náufragos nos revelaría cuernos como antenas coronadas, huesos como árboles, seres devenidos dioses, sacerdotisas mineralizadas que cobijan a través de su belleza.

Ya no hay minotauros ni sirenas. La artista derritió las gárgolas, deconstruyó posibilidades y les regaló orejas de conejos, cabezas de ciervos, cuernos alargados con forma de huesos alados en cuerpo humanos. Los pájaros anidan en ese ritmo congelado que ofrecen Las orantes y El osamentero, seres hechizados que esconden en sus túnicas herramientas de la vida cotidiana, sepultadas por la ausencia. Cacerolas , guantes, cucharas, palas, cepillos. No pueden usarlos: tienen sus manos suspendidas. Tienen su energía femenina ocupada canalizando curaciones, cristalizando minerales, metamorfoseando un regreso a la naturaleza.

¿Quién rescató a las orantes y protegió su osamenta orgullosa y preciosa? Ellas pierden sus tierras pero ganan territorios. Todos flotan en su incertidumbre, pero flotan con la consistencia huidiza de la arena y certera de los huesos. Constelan en el océano que obedece las mareas que la luna impone. Allí, María Causa traza nuevas líneas de fuga donde vislumbramos archipiélagos. Sólo queremos llegar allí, para proteger la potencia de estos dioses y armar el olimpo en la tierra.

Eugenia Viña

 

Agradecimientos: Eugenia Viña, Martín Moreno, Marcela Cabutti, Cecilia Ceraso, Cecilia Herrero, Siggy, María Gómez Centurión, Carlos Germano.

 

María Causa (San Luis, 1963). Se inició en el camino del arte a muy temprana edad en la Escuela de Bellas Artes Nicolás Antonio de San Luis. A principios de los años ochenta migró a la ciudad de La Plata para estudiar Ciencias de la Comunicación, durante un año, y luego se mudó a la Ciudad de Buenos Aires para realizar estudios académicos superiores, en la Escuela Superior de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón”, de donde egresó como Profesora de Dibujo y Pintura. Desarrolló la enseñanza artística como docente titular de la cátedra Nuevos Medios y Técnicas, en la Licenciatura en. Escultura, de la Universidad del Museo Social Argentino (UMSA). En 1987 integró el Grupo de la X. En 1988 obtuvo la Beca al exterior del Fondo Nacional de las Artes, emprendiendo un viaje a México y Centroamérica durante tres meses de reconocimiento de las culturas prehispánicas. Luego, vivió en Ciudad de México donde participó activamente en exposiciones individuales y colectivas durante una década.
En 1989, nuevamente de regreso a Buenos Aires, comenzó a desarrollar la actividad artística. Entre las exposiciones individuales se destacan 1+1=2 (Galería Van Riel, 1989-1990); Memoria (Galería Tema, 1994); Construcciones (Galería Kin, México, 1996); La última Punta de la Torre (Beveren, Bélgica, 2006); Resonancias (Museo de Bellas Artes de Corrientes, 2008); Constelaciones, (Pabellón de las Artes de la Universidad Católica Argentina, 2017); Kayros, (Galería Vasari, 2022). Participó en Bienales Internacionales en Cuba (1991), Dakar (1993), Uppsala (2000) y en Santa Cruz de Sierra (2012). Obtuvo la Beca del Fondo Nacional de las Artes (FNA) (1987), el premio subsidio Fundación Antorchas (1990 y 1999), la beca de la Fundación Pollock-Krasner (1991), la beca subsidio a las Artes Plásticas del FNA (1996 y 2011), el 1º Premio de la categoría Escultura, del Museo Rosa Galisteo (Santa Fe), el 3º Premio Salón Nacional Artes Visuales (2013 y 2021), y el 3º y 2º Premio del Salón Municipal Manuel Belgrano de Artes Plásticas (2018/2022). También, ha vivido cuatro años en Montevideo, Uruguay. Es madre de tres hijos (Camilo, Alma y Uma). Su obra se encuentra en colecciones privadas y públicas en Argentina, México, Brasil, Chile, Puerto Rico, EEUU, Colombia, Bolivia, Perú, Bélgica y Francia.