Del 15.11.25 al 20.12.25
Vidriera Bicentenario
Ana se posiciona principalmente como pintora, pero considero que sería igual de correcto llamarla investigadora. Bajo los efectos de poder que ejerce un color sobre un cuerpo, Ana pareciera preguntarse cuántas superficies pueden adoptarlo y de qué manera lo hacen. Si en su definición más ínfima la pintura se reduce a formas y colores sobre una superficie, ¿cuál es el gesto mínimo que la habilita? Sus pinturas son algunas respuestas. La unión de diferentes colores impresos, plenos, como una piel uniforme y prolija en el bastidor, son marcados sutilmente con trazos de óleo pastel, como huellas o firma de quien trabaja minuciosamente sobre ellos. Otros papeles pintados abrazan el leve gesto de la pincelada depositada en ellos. Bolsas de arpillera de plástico pintadas al óleo se ensamblan como módulos de otra piel, como en un zoom puedo ver los poros, la trama, donde no hay pincelada y el color se desparrama en una densidad distinta.
En una repetición rectangular las pinturas parecieran rimar periféricamente con la arquitectura de la sala, pero con una calidez desconocida para el espacio. Suspendidas del techo vamos recorriendo las preguntas, las investigaciones, que como un eco se repiten pero se escuchan siempre distinto.
Lucia Delfino
Las pinceladas de Ana
“Una gota de agua poderosa basta para crear un mundo y para disolver la noche” dice Gastón Bachelard. Pienso en esta frase cada vez que Ana Casanova me muestra su obra y me hace testigo de su pincelada insistente cargada de líquido, tendiendo siempre hacia el horizonte, como el agua.
El pincel acaricia el papel como si fuera el lomo de un animal querido. El pastel da puntadas y toma apuntes sobre los campos de color y va dejando escritas pistas asémicas, recordatorios del encuentro entre el papel y la tela. Las bolsas de rafia no contienen, por el contrario, se sueltan, se desnudan y dejan ver que ya son tela y pintura al mismo tiempo, como una piel expuesta a la luz del sol: la piel del color.
Un paisaje de sol cuadrado, una danza de restos de papeles flotantes, el equilibrio inestable de las formas apenas sostenidas en su lugar por el trazo del pastel, horizontes aprendidos de memoria. Caricias, rasgaduras, movimiento, cortes. Papeles que parecieran estar en búsqueda de un equilibrio que saben que es efímero. Colores que al tocarse parecen emitir sonidos y con su vibración sostienen delicadamente la materia en frente de nuestros ojos sin dejarla caer. Todas formas de mundos que emergen de la intensa tarea diplomática que Ana practica diariamente en su taller para que papeles, telas, agua, óleos, rafia y pigmentos conversen entre sí y se dejen tocar por nuestra mirada.
Ana reconoce una especie de correspondencia ontológica entre esos papeles pintados que vuelan bajo sus tijeras y el sonido que emiten las copas de los árboles rozadas por el viento que la acompañan desde la ventana del taller; entre las bolsas pintadas y el paisaje rural del sur de la Provincia de Buenos Aires. Una correspondencia que ella no busca sino a la que más bien se entrega como destino. Este es el origen de sus pinceladas. Gracias a sus obras, sabemos dónde comienzan, vemos dónde se van posando, pero –por suerte– no nos dejan ver dónde terminan y así nos invitan a seguirlas.
Claudia Fontes
Brighton, Octubre de 2025
Agradecimientos: Claudia Fontes, Elba Bairon, Mónica Millan, Jorge Sarsale, María López, Ricardo Eliçabe y Lucia Delfino.
Curaduría: Lucía Delfino
Coordinación de producción y montaje: Santiago Martínez
Montajistas: Florencia Murace, Vanina Policano y Fermín Filiberto
Diseño y comunicación: Diego Ibañez Roka, Pablo Tesone e Inés Ward
Ana Casanova vive y trabaja en Buenos Aires. Su práctica artística se centra en la pintura como campo de experimentación, explorando la abstracción a través del gesto, el color y la fragilidad, en una búsqueda de experiencias sensibles que se despliegan en el tiempo. Se formó en la Escuela de Bellas Artes y en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), y amplió su formación en talleres con Tulio de Sagastizábal, Diana Aisemberg, Eduardo Stupía, Fabián Burgos y María Gainza. En 2013 realizó una residencia en Le 19 CRAC, Centro Regional de Arte Contemporáneo de Montbeliard, Francia. Obtuvo becas del Fondo Nacional de las Artes en 2000, 2021 y 2022, y entre 2006 y 2011 coordinó el proyecto Mediomundo junto a Irene Banchero y Rocío Pérez Armendáriz. Expuso en espacios como Galería Alejandro Bustillo, Casa Bolívar, El Cultural San Martín, Galería Van Riel, CC Borges y el Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca, entre otros. Participó además en muestras colectivas en Argentina y Francia, con curadurías de Philippe Cyroulnik, Sonia Becce y C. Schiavi. Sus obras integran colecciones públicas y privadas en ambos países. Fue distinguida en el Salón Nacional de Tucumán (Premio Estímulo, 2024), el Salón Félix Amador, el Salón Manuel Belgrano, el Museo Caraffa, el Banco Central (MNBA) y otros certámenes nacionales.


